CONCLUSIONES: Construyendo una sociedad postcapitalista

CONCLUSIONES: Construyendo una sociedad postcapitalista

Por Javier de Rivera
Resumen de las conclusiones del Grupo de Estudios Críticos en torno a la propuesta de Paul Mason.

Introducción

La propuesta postcapitalista es un ejercicio de imaginación política para romper la barrera que nos impide pensar más allá del neoliberalismo y su crisis, así como del neofascismo que parece ser su deriva natural. Es una imaginación creativa que se activa desde una perspectiva progresista, en todo el sentido de la palabra, aunando progreso social y tecnológico, para construir una sociedad basada tanto en la igualdad y la justicia social como en el uso más racional de los recursos naturales.

Puede parecer “una carta a los reyes magos”, pero si no podemos si quiera imaginarlo, nunca podremos lograrlo. Además, al hacer este ejercicio nos obligamos a concretar cómo queremos que sea un futuro posible más allá del capitalismo, y con ellos creamos también objetivos intermedios y de herramientas conceptuales para la acción política a corto y medio plazo. Por ello, creemos que la propuesta de Mason es un atrevimiento valioso para avanzar por la izquierda hacia la superación del capitalismo.

Sin embargo, debemos reconocer también que el postcapitalismo es una propuesta en desarrollo, y como tal tiene limitaciones. La principal carencia que hemos encontrado es el modo en que escatima el conflicto que toda propuesta de transformación social tiene que afrontar, es decir, la oposición directa que encontrará por parte de las élites en el poder, movilizadas por perpetuarse, aunque sea a costa del planeta y las vidas que lo habitan. La lucha de clases, resultado de la oposición sistemática de la élite a la transformación igualitaria, está suavizada en la propuesta de Mason, y con ello cae en el irrealismo de no anticipar el contragolpe reaccionario que tantas iniciativas de cambio ha truncado a lo largo de la historia.

El motivo de esta carencia parece ser ante todo estratégico: evitar el cierre de posiciones del que parte la perspectiva dialéctica para abrir un mayor campo a la imaginación política. De ese modo, nos quita el miedo a soñar y evita un contragolpe temprano. Sin embargo, este limbo de conflictos solo es sostenible en el planteamiento inicial de la propuesta, pues el mínimo desarrollo de sus consecuencias prácticas nos lleva directos al conflicto con las élites en el poder.

En íntima relación con esto, la segunda carencia de la propuesta postcapitalista está en los agentes políticos que desarrollarían este cambio. En su libro, escrito en 2012, Mason muestra su esperanza en la capacidad de los movimientos sociales de 2011 para producir cambios sociales, por medio de la autoorganización y el uso creativo de la tecnología. Eran tiempos de esperanza, sin embargo, hoy en día somos más conscientes de las limitaciones y dificultades para orientar esta energía social hacia políticas firmes y estables en el tiempo. En definitiva, el cambio postcapitalista requiere de una fuerte intervención estatal, y lo cierto es que la teoría de Mason carece de una teoría del Estado que explique cómo crear un poder político radicalmente democrático, y con la suficiente fuerza y apoyo social para acometer todas las transformaciones necesarias.

Por último, otras de las limitaciones de la propuesta postcapitalista es que no está claro hasta qué punto responde a los objetivos y necesidades planteadas por los movimientos sociales a los que apela. En parte, podemos considerar como inevitable que cualquier propuesta de cambio produzca un cierre teórico, por el que algunos aspectos toman más protagonismo y otros quedan fuera. Pero al mismo tiempo, esto nos lleva a entender su propuesta como borrador abierto, un software libre que permite la modificación de su código fuente en vistas a una mejora de su potencialidad para superar al capitalismo. En este sentido, echamos en falta una mayor sensibilidad hacia la economía y la política feminista, la ética de los cuidados y la mirada decolonial.

Con todo, hacemos nuestro el reto de pensar un futuro postcapitalista, atreviéndonos a imaginar sería si dentro de 30 o 50 años hubiéramos logrado acabar con las lógicas perversas del capitalismo. Para ello, exponemos a continuación las principales conclusiones del GEC en torno a los ejes temáticos propuestos en el taller “De la resistencia a una política postcapitalista”:

Tecnología

El postcapitalismo imaginado por Mason promueve el desarrollo tecnológico, pero orientándolo hacia la satisfacción de las necesidades globales y no a la acumulación de capital. El desarrollo tecnológico es la base de la abundancia material que puede permitir una sociedad igualitaria en la que no falten recursos. Desde su lógica—en línea con las corrientes acceleracionistas—el capitalismo frena la innovación, al ser incapaz de automatizar trabajos penosos que solo son rentables por los bajos salarios y las condiciones de explotación que promueve. El postcapitalismo solucionaría esta situación mejorando la calidad de vida para toda la población (mundial).

Sin embargo, asumir este reto implica requiere socializar la tecnología, o en otras palabras, estatalizar o poner bajo control público la infraestructura tecnológica que hoy en día constituye la gran baza del capitalismo digital. No es suficiente con “socializar los datos”, como proponía Morozov, se precisa un control público directo sobre la infraestructura material para garantizar que su uso mejore realmente las condiciones de vida. En la práctica, este movimiento puede ser radical por medio de la expropiación de las grandes corporaciones tecnológicas, o progresivo, a través de leyes, normas y auditorías que obliguen a estas empresas a romper sus monopolios y permitir opciones públicas más sostenibles.

Clima y energía

La presión del cambio climático supone la necesidad de tomar decisiones rápidas hacia otro modelo energético y de consumo. En otras palabras, ajustar el sistema productivo de modo a los objetivos de construcción de una economía libre de emisiones precisa una intervención estatal directiva, que imponga políticamente criterios de eficiencia ecológica y reducción del consumo.

La cuestión por determinas es hasta qué punto esta transformación es posible por medio de la racionalización de los procedimientos para mejorar la eficiencia, o hasta qué punto necesita de una reducción drástica del consumo. Se trata de encontrar un equilibrio entre las soluciones tecnológicas, que mejoran la eficiencia, y el decrecentismo que implican opciones low tech para reducir el consumo global de recursos. En cualquier de los dos casos, la propuesta postcapitalista requiere eliminar los incentivos perversos del mercado para producir externalidades sobre el medio ambiente.

Demografía

El principal problema demográfico es el desequilibrio poblacional entre el Norte y el Sur global. Las poblaciones del Norte envejecen poniendo en riesgo el recambio generacional, al tiempo que las del Sur siguen en aumento con una desaceleración lenta de su crecimiento demográfico. Este desequilibro, unido a la desigualdad económica, genera una fuerte presión migratoria sobre el Norte, que en tiempos de crisis se traduce en una excelente materia prima para los discursos racistas y xenófobos que alimentan el neofascismo. De este modo, el problema demográfico nos lleva a un problema político de primer orden: la necesidad de equilibrar el saldo migratorio al tiempo que se producen condiciones de vida más igualitarias y justas para todos los países.

En un escenario postcapitalista tiene que existir un mayor equilibrio económico y geopolítico entre el Norte y el Sur, al tiempo que se apuesta por la construcción de sociedades transculturales, en las que se viva con normalidad la confluencia de diferentes culturas y etnias. Más allá del las políticas de la multiculturalidad que se limitan a aceptar la coexistencia cultural, necesitamos que las diferentes culturas puedan dialogar sobre la base de unos principios compartidos de respeto, igualdad, libertad y justicia que permitan construir una sociedad diversa, pero común.

Economía, mercado y trabajo

La propuesta postcapitalista requiere que el Estado se haga cargo de las infraestructuras clave del sistema productivo. Ya hemos hablado de la socialización de la tecnología, que esconde el potencial productivo y organizativo de la sociedad, pero también será necesario un control más directo de las finanzas y los recursos energéticos. En otras palabras, para superar el capitalismo los sectores estratégicos de la economía tienen que ser gestionados por instituciones públicas que garanticen la igualdad en el acceso a servicios básicos de Educación, Sanidad, Vivienda y Transporte.

No obstante, el postcapitalismo se diferencia de la economía comunista en la aceptación del mercado como agente necesario para la autorregulación del intercambio de bienes y servicios, así como mecanismo para incentivar la innovación y el desarrollo en general. Este sistema de mercado operaría en lo que podemos llamar las capas superficiales de la economía de las que no depende el equilibro de la estructura económica de la sociedad, de modo que los intereses privados no puedan secuestrar los intereses colectivos de la población.

Por otra parte, una de las propuestas estrella de Mason es la renta básica, que el Estado otorgaría a todos sus ciudadanos. En los términos del postcapitalismo, esta renta básica es una política radical de redistribución de la riqueza que convierte al Estado en el principal agente económico de la sociedad. En el aspecto social, esta renta básica garantizaría condiciones de igualdad, que permitirían liberar grandes cantidades de trabajo y creatividad que irían hacia la economía no mercantil.

El objetivo de desvincular ingresos y trabajo es poner en valor la economía no-mercantil, es decir, las relaciones de colaboración espontánea, social, cultural, educativa y artística que tanto valor crean dentro de la sociedad. En esta sociedad postcapitalista, estas actividades dejarían de ser aprovechadas por el capital para producir beneficios, para ejercerse de un modo más libre y más compensado socialmente. Viviríamos, por lo tanto, en una sociedad que no valoraría el esfuerzo de las personas en términos económicos, sino en términos sociales y humanos.

Conclusiones

Las propuestas del postcapitalismo pueden parecer poco realistas, o puede que no se ajusten a lo que muchos queremos y esperamos de una sociedad ideal. Por ello, debemos tomarla como una propuesta incompleta, y que siempre lo estará, en tanto que imaginar y construir un futuro mejor lejos del capitalismo tendrá que ser una tarea colectiva, siempre en proceso de búsqueda de soluciones multivariantes, flexibles a las circunstancias. Con todo, iniciar este proceso nos invita a navegar entre el realismo y el deseo colectivo de cambio para ajustar o modificar estas propuestas, y así encontrar los equilibrios adecuados entre desarrollo tecnológico y decrecimiento, entre transculturalidad e igualdad, entre intervención pública e iniciativa privada, etc.

En cualquier caso, la potencia de este tipo de propuestas está en la claridad con la que demuestran que la sociedad actual está lejos de cualquier lógica razonable. Cuando nos tomamos la libertad de imaginar una sociedad mejor, descubrimos rápidamente algunas ideas clave que deberían ser consensos mayoritarios en la sociedad y la política. La necesidad de frenar el cambio climático, de socializar los beneficios del progreso tecnológico o de garantizar necesidades básicas de la población brillan con tal claridad que se hace evidente el estado de secuestro mental en el que vivimos. Por eso, una vez recorrido este camino del pensamiento, recordemos todas estas obviedades ocultas, y entre ellas la que quizás sea la más importante y más negada de todas: la línea tan directa que une el bienestar con la igualdad y la justicia social.